lunes, 18 de mayo de 2009

Esper Mato Zoide

Corren, corren, corren (¿O nadan?). Saben que son miles y que sólo hay uno que va a llegar. No tienen ni tiempo para mirar a sus enemigos íntimos, que además de sus asesinos son sus hermanos. Corren o nadan, corren o nadan, uno le muerde la cola al otro, el otro se la devuelve en la cabeza, le arranca la piel, se quedan ambos en el camino. Hay uno que va a primero, él quiere llegar al útero, quiere nacer. Sólo piensa en la metamorfosis, en meterse en la licuadora con algún óvulo y convertirse en un pibe rubio o colorado. Lo siente, le late en el corazón. Sabe como se va a querer llamar, que va a ser hincha de, que va a tocar el piano. Nada a toda velocidad, si no se apura, no nace. 

Llegué. Llegué. ¡Al fin! No me lo imaginaba así, que chiquito. ¿Acá voy a convertirme en un hombre gigante de un metro? ¿Y el óvulo donde está? Me tengo que arreglar, me tengo que poner lindo, estoy todo transpirado, vengo corriendo hace 12 horas. ¡Qué nervio! ¿Y si me equivoqué? ¿Y si llegué al intestino grueso? ¿O estaré en el cerebro? ¿Era "útero" la dirección o era "un tero"? Que sea lo que dios quiera. 1, 2, 3, ¡TRANSFORMACIÓN!

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